sábado, 24 de noviembre de 2012

Contra el determinismo social

Lloré y mucho nada más comenzar el filme. No podía soportar la situación de aquellos jóvenes, juzgados la mayoría de ellos por violencia. Me superaba no el hecho en sí de la violencia; tampoco los juicios ni las sentencias; ni siquiera sus caras y su gestualidad, en ocasiones cercana a ese punto fronterizo que une y separa la normalidad de la anormalidad. No. No era eso. Me superaban aquellas imagenes y aquellas frases que dejaban claro que estábamos ante un recorrido certero de unos auténticos desgraciados sin futuro. Continuamente el discurso equivalía a has-nacido-como-un-desgraciado-o-una-desgraciada-como-lo-fueron-tu-padre-y-tu-madre-que han-sido-drogadictos-alcohólicos-y-están-en-la-cárcel-la-misma-a-la-que tú-irás-como-ya-fueron-tus-abuelos-e-irán-tus-hijos..
Cuando no habían pasado ni cinco minutos desde el comienzo de The Angels' Share (La parte de los ángeles), de Ken Loach, yo ya estaba llorando. Pero no volví a hacerlo. Porque no me dejó el guión. Aquellos chavales escoceses, hijos de la miseria no solo económica, sino sobre todo social, me hicieron sonreír. Pero desde entonces no dejo de pensar en la cantidad de gente que nace con su futuro predeterminado (también para bien, pero estos no me interesan) y que sienten como una losa la fuerza de un sino que les transporta inevitablemente al infierno en vida. La película se desarrolla en Escocia, pero podría haberse rodado en cualquier lugar deprimido del Reino Unido, y también de Francia y de España, o de Estados Unidos. Es lo que tiene la miseria, que también como nuestra era es universal y uinforme. Como si no fuera suficiente desgracia no tener un padre reconocido, como si no fuese suficiente desgracia que esté en la cárcel en esa etapa del crecimiento que la televisión y la revistas suelen describir como la más tierna infancia, como si no fuera suficiente que tu madre esté en la cárcel o sea una drogadicta o una alcohólica, valga la redundancia..., resulta que esa desgracia no puede sino conducir a esa otra desgracia que significa que por esa y otras razones de tu pasado te pudrirás en tu futuro. Porque solo los parias  tienen derecho a seguir siéndolo. Demonios.
Me niego.
Como se niega ese especie o esa cadena de favorecedores que se cruza en el camino de algún protagonista de la película, como tantas veces ocurre en la vida, sí, también en la de los parias, que pueden cambiártela, eso sí, siempre con tu fe y tu esfuerzo. Me encantó ese Ken Loach optimista y en gran parte de la película en clave de comedia, contra el determinismo.
Hoy, saliendo del supermercado, junto a una urbanización rica del norte de Madrid, he contemplado cómo unos padres gritaban a su hijo de ni siquiera 3 años porque salía corriendo del súper y por poco  les parte la existencia para siempre metiéndose debajo de un coche. He pensado, hombre, sal con tu niño de la mano y no os llevaréis un susto. Sin parar de dale la bronca al crío, se ha introducido en su todo terreno la familia medio feliz, papá al volante, mamá junto a su casi bebé, bien sujeto en su sillita de seguridad... Para celebrarlo, la madre ha encendido un cigarrillo... Y he pensado en el determinismo del "pobre" hijo.

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