domingo, 27 de enero de 2013

Amor, ese hortera

Hace unos días, comenté con un grupo de gente entre los que había hombres y mujeres, hombres y mujeres enamorados, cómo me había enternecido el comentario que hizo el presidente Obama sobre el recién estrenado flequillo de su esposa. Mi sueño ha sido siempre (como el de muchas mujeres que conozco) que mis diferentes parejas remarcaran (y piropearan, claro) mi paso por la peluquería. Cuando te sucede, e insisto no solo a mí, que en la mayoría de las ocasiones una semana después de un buen corte -caro, para más inri- te sueltan por un pasillo "anda, si te has cortado el pelo", te sientes morir o tienes ganas de dar tú el corte radical y para siempre o simplemente te da un ataque de risa, en función de lo enamorada que estés y de la madurez del amor. Así que escuchar del hombre político mas poderoso del mundo decir que en los últimos días el acontecimiento más relevante ha sido el nuevo flequillo de su esposa te hace recuperar la fe en que una nueva manera de vivir el amor es posible.
Me apuesto lo que sea, sin miedo a perderlo, y sin necesidad de echar mano de hemeroteca, que Obama tuvo una semana antes de jurar su compromiso de segunda legislatura asuntos mucho más  interesantes. Pero a mi me gustó tanto la referencia al nuevo peinado de Michelle Obama, que tuve que soltarlo en aquella reunión. Hubo varias personas que me miraron mal. Hay quien, incluso, le calificó de hotera. Y fue aún peor cuando expresé mi envidia, sana, ante las palabras cariñosas hacia su mujer, en la ceremonia de juramento, cuando la sacó a bailar, como si fuera el primer baile después de la boda y en vez de haber firmado un compromiso con los estadounidenses lo hubiera firmado con ella. Fue exclamar mi hurra hacia el Presidente capaz de airear su amor en público y escuchar que eso es un gesto marketiniano. A lo que yo rápidamente contesté que qué gusto tener un marido marketiniano. Peliculero es. Pero yo, lo admito, soy peliculera. Y soñadora. Los americanos defienden su sueño americano, el que si quieres puedes, y yo cada vez defiendo más ese modelo, de trabajo, desde luego, de buscar lo que  deseas y trabajar por ello. Defiendo los sueños, frente a las pesadillas, la pelea por conseguir el sueño. Y los sueños en la pareja son las pequeñas cosas. Sí, también, darse cuenta de que tu amor se ha cortado el pelo, manifestarlo y hasta bailar por la calle si es menester... Todo con tal de mantener la llama. Y eso significa guionizar, a veces, lo que así dicho parece muy frío, pero que no me parece de asustar, porque no siempre salen las cosas en espontáneo...
¿Acaso no preparamos las reuniones de trabajo?
¿Acaso no preparamos los viajes?
¿Por qué tener miedo a preparar algunos gestos de amor?

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo contigo, Charo , y mucho más con Obama ! Qué envidia ! ¿Quién supo educar a un hombre tan bien cómo para saber exteriorizar sus sentimientos sin rubor? Creo que su abuela. Lo hizo muy bien, y si además, lo sabe vender , mejor todavía.

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