viernes, 7 de diciembre de 2012

Mi primer regalo de Navidad

Me gustan los regalos intangibles. También los tangibles; no vaya a ser que alguien me malinterprete. Y en los primeros días de diciembre he recibido ambos. Pero soy consciente de que el intangible permanecerá vívido por siempre, alojado en mi cerebro y mi corazón, por más que vaya ligado a otros tangibles, por más que todos ellos, tangibles e intangibles estén unidos por el mismo corazón y cerebro urdidor, el de Karl Lagerfeld para Chanel. 
Escribo todavía emocional y visualmente impactada por el desfile París-Edimburgo que una vez más Chanel ha dedicado a los Métiers d'Art, empeñada como está la marca en mantener los oficios y la artesanía ligados a la Costura, lo que es de agradecer. De hecho, en el desfile brillaron el joyero Desrues, el especialista en plumas Lemarié, el sombrerero Michel, el zapatero Massaro, los bordados de la Maison Lesage y del atelier Montex, los guantes de Causse y el punto de Barrie Knitwear. Hay que explicar muchas cosas:
En primer lugar -aunque esto no es explicable; tan solo recordable-, que si existe un tejido ligado a Mademoiselle Chanel y a la historia de la marca, ese es el tweed, más británico, imposible -además del punto, siempre y por siempre presente y fetiche en sus colecciones-. 
Para continuar, que Coco Chanel tuvo una maravillosa historia de amor con el que en su tiempo fuera el hombre más rico de Inglaterra, el duque de Westminster (conocido como Bendor, se habían encontrado en Montecarlo), dueño, entre otras, de importantes propiedades en Escocia. Gracias a aquella relación, la creadora comenzó a usar ropa masculina y a interesarse por llevar esa inspiración y la de aquellas tierras y costumbres, incluidas las lanas Shetland, el tartán, el tweed, a sus revolucionarias, elegantes y femeninas colecciones. 
Para terminar, que Chanel ha adquirido las instalaciones y el negocio de Barrie Knitwear, especialista escocés en la fabricación de cashmere de altísima calidad, responsable del punto de la icónica marca francesa en el último cuarto de siglo. 
Son todas estas explicaciones que sirven de escenario y bambalinas, que dotan de contenido, al desfile celebrado el 4 de diciembre de 2012 (lo escribo tal cual entre otras cosas porque no quiero olvidar la fecha) en Linlithgow Palace, o mejor dicho en las ruinas de lo que fue palacio, destruido en el siglo XVIII parcialmente debido a las guerras entre los Estuardo y el duque de Cumberland, residencia real, allí donde había nacido María Estuardo, reina de los escoceses (como gustan remarcar ellos; no de Escocia, sino de su pueblo).
Se pondrá de moda el tartán. Estoy segura. Se pondrá de moda el botín plano y "rústico" mezclado con los tules y bordados de los trajes de fiesta. Y los moños a la manera Estuardo, y el pelirrojo, y las joyas sosteniendo y embelleciendo el peinado, y el blanco nocturno. Porque sí. Porque hubo una vez un bello desfile celebrado a la luz y el calor de grandes hogueras a cuya sombra destacaba la nieve, conviviendo con las briznas de fuego (ya nos habían advertido que el dress code era warm casual chic..., abrigado, informal y elegante). Porque los asistentes (entre cuyos privilegiados me encuentro) nos creíamos sentados en un teatro que recordaba al del filme Shakespeare in love. Porque no podíamos creer tanta belleza inspirada en esa tierra fría y hostil, de guerras y lagos, de nieve y whisky (que por cierto sirvieron a modo de degustación para 'calentar' la espera del show), que ha inspirado literatura y pintura, que ha dado actores como Sean Connery, escritores como Stevenson y (recientemente J.K.Rowling) y un espíritu mágico que se trasladó no solo al desfile, sino al después, un después de gaitas, de luz digna de Bravehart, cena medieval, en grandes carpas, servida en mesas redondas y con sillas realizadas para la ocasión. Aunque solo sea desde el punto de vista emocional, Escocia siempre nos devuelve a la magia, a las hadas, al misterio. Ahora llevo ya alojadas para siempre esas sensaciones, como si hubiera formado parte del reparto de una superproducción cinematográfica, porque justo así se trabajó el desfile-acontecimiento Métiers d'Art París-Edimburgo, de Chanel. Y yo solo puedo dar las gracias por haber recibido ese regalo navideño.

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