sábado, 22 de diciembre de 2012

Feliz perdedora

Queridos felices perdedores... de la Lotería de Navidad (incluida yo misma), os doy la enhorabuena por no haber ganado un euro. Qué borde!, no? Pues no. Lo seria tal vez si no me contara entre esos miles de españoles que  encomendándose a la suerte, con unas dosis de ilusión, muchas de escepticismo y algunas de esperanza juegan de aquí y de allá, con la poco elegante postura de no vaya a ser que se forre el de al lado y me quede yo desorejado y con cara de pringado. Lo seria si no fuese yo una de tantas personas que, mientras recibe su décimo, que otros se han encargado de comprar, no se viera por un momento cancelando hipoteca, a lomos de un yate, dando la vuelta al mundo, de Máster en Harvard o acudiendo a la graduación de un hijo en colegio o universidad americana de postín (por no hablar de aquellas personas para las que un premio de lotería significa la mutación del infierno en paraíso).
No me confundan. No se trata de emular a la zorra que cuando no llega a coger las uvas deseadas, exclama "¡Están verdes!". Pero sí que me alegro de no haber ganado ningún premio gordo de la Lotería.
Porque la lotería es un golpe de suerte. Pero yo creo en la suerte de verdad, en la que construyes trabajando.
Como creo en que la mejor lotería radica en el amor, en que te amen y en mantener la capacidad para amar, que no es menos importante, por cierto.
Porque para quienes tenemos hijos, que su vida sea agraciada, estén sanos y sean buenas personas es la gracia verdadera.
Porque los bienes inmuebles son patrimonio, pero hoy por hoy no encuentro mejor patrimonio que el trabajo, que un trabajo... Y si además te gusta y se convierte en parte y motivo fundamental de tu vida -como es mi caso-, si además de trabajar con ilusión tienes la fotuna de contar con un equipo de ilusionistas, es epítome de felicidad.
Porque la lotería estructural es la de la salud. Que parece un tópico, pero no lo es. En unos casos, para comprobarlo, basta mirarse a uno mismo; en otros, a derecha o a izquierda.
Conozco personas que tiene avión privado y no han acertado en el amor. A alguno que ha dado la venta al mundo, sin hallar la felicidad. A gente sin trabajo. O sin salud. O sin trabajo y sin salud. Así que sigamos los afortunados desafortunados con la ilusión no de que nos toque algún día la lotería -o también- sino con la de trabajar y amar, y ser amados y mantener lo que tenemos, aunque sean deudas (y que podamos pagarlas).
Si yo pudiera convertir, de verdad, la lotería en la realización de un sueño, el gordo sería que no hubiera más paro que el de aquellos que no quieren trabajar; el segundo sería que los bancos abrieran el grifo del préstamo; el tercero, que el consumo retomara unos niveles razonables; reintegros de amor; pedreas de salud. Todo bien repartido, aunque, como ocurre muchas veces con la lotería, mejor que tocara donde más se necesita.
A quienes hayan ganado, enhorabuena. A quienes hayan perdido, también enhorabuena, porque vitalmente hablando, es una magnífica oportunidad saber que tienes que seguir luchando. Y a todos, Feliz Navidad.

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