sábado, 6 de octubre de 2012

Orgullo español

Casi ausente de mi hábitat durante cerca de quince días, Milán y París me prestaron el suyo, que es ya, también un poco el mío, en ese momento del año (uno de ellos) en el que asistiendo a sus semanas de la moda te sientes como una especie de avatar de ti misma, que vive a saltos, que acaba casi con el síndrome de Stendhal (si los turistas no saben dónde vieron qué cuadro, por ejemplo, quienes vemos diez desfiles un día y visitamos ocho showrooms no recordamos en ocasiones qué diseñador optó por el color y quién por el negro..., que por cierto cómo me alucinan las periodistas, estilistas y directoras de moda que no toman notas...!). Dios me libre..., no me atrevería a hacer un resumen de tendencias, que para eso están las especialistas. Pero mi periplo me sirve para saber, desde luego, que nos vamos a hartar de rayas, en la próxima estación, que el negro y el blanco van a volver a jugar a algo más que a las damas, con nosotras mismas, porque no hay combinación más elegida entre los creadores, que la napa no nos abandonará tampoco en la próxima estación, que las plataformas ahora sí que sí están llamadas a desaparecer, que habrá (seguirá habiendo) brillos por doquier, que los tejidos evolucionan de forma maravillosa, convirtiéndose en los reyes de la jugada, cada vez más raros, más exquisitos, más mórbidos, que la mezcla femi-mascu se ha convertido en el ying y el yang auténtico de la moda, que el pelo se recoge exquisitamente, que siguen los accesorios XXL, pendientes incluidos, que los estampados han dejado de ser solo flores, que siguen en forma los geométricos y vuelven los selváticos, que los sesenta se revistan una vez más y que las estaciones se juntan como los polos opuestos, de manera que lo que debería ser primavera parece invierno y el verano torna en otoño, o lo que es lo mismo, que la piel de pelo ha presentado su cuerpo en muchos desfiles, especialmente durante la pasarela de Milán.
La estación ha sido sobria, básicamente, con una atracción asegurada en la lucha entre Dior y Saint Laurent, o mejor dicho entre Raf Simons y Hedi Slimane, con especial interés en el segundo, que hacía su primera colección para la casa (Simons ya había realizado la Alta Cotura otoño-invierno). La pelea se había establecido con antelación, pero claro una cosa es la boquilla y la tinta y otra muy diferente la pasarela. A mí me encantaron ambos. Y hay quien me criticó. Me gustó Dior y su re interpretación de la chaqueta 'bar' hecha vestido; me gustó que incorporase los shorts bajo las faldas y que llevara la rosa Dior a las faldas míticas de noche en tejidos que sobrepasan el siglo XXI. Me satisfizo descubrir que Suzy Menkes destacaba también esas prendas. Y me encantó el trabajo de Slimane, que no vi en directo, sino gracias al diferido de internet. Me apasionó su re interpretación de la sahariana,  sus pantalones y sus chaquetas esmoquin, sus lazos... su aroma al maestro sazonado no de modernidad porque el gran Saint Laurent  lo fue ya mucho, sino de contemporaneidad.
Y hablando de contemporaneidad, me fascinó la pequeña (y segunda) colección de la modelo española Vanesa Lorenzo, que visitamos Natalia Bengoechea y yo con auténtico cariño, el que se merece Vanesa, siempre tan cariñosa y normal... Su colección inteligente, con piezas simples y absolutamente llevaderas ¡siempre!..., ropa que  se nota que es la que le gusta llevar a ella, también mezcla de verano e invierno..., realizada en materiales exquisitos, como cahsmeres, linos y hasta las telas de lengua mallorquinas... Por eso digo que sentí orgullo español.

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